OscuroClaro

En gran parte de México, el fútbol es, con diferencia, el deporte más popular, pero las cosas no son tan sencillas en las regiones más remotas del país, como la de Oaxaca.

En los pueblos tradicionales de la etnia mixe, algunos de los cuales se encuentran a 2.000 metros de altitud, hay multitud de canchas de baloncesto callejeras. La fotógrafa mexicana-estadounidense Alicia Vera se sorprendió cuando oyó hablar de los torneos y festivales locales de baloncesto, pero después de verlos por sí misma se enamoró de la pasión, el espíritu deportivo y la cultura.

Los mixes son un pueblo indígena que vive en pequeñas ciudades y aldeas, o pueblos, repartidos por las elevadas, húmedas y verdes montañas de la Sierra Norte, en la región mexicana de Oaxaca. En estos pueblos, algunos de los cuales se encuentran a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, las tradiciones culturales siguen vigentes.

Muchas comunidades tienen su propia vestimenta (de hecho, la marca Anthropologie fue acusada recientemente de plagiar las camisetas bordadas al estilo mixe), su gastronomía y su música, en forma de banda de música que recorre las calles durante las celebraciones religiosas. Pero una de las tradiciones menos esperadas en estas comunidades serranas es un amor absolutamente obsesivo e imperecedero por el deporte del baloncesto.

Público viendo un partido de baloncesto en méxico
Público viendo partido de baloncesto

Sistemas de retículas: Un manual para diseñadores gráficos

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En México, un país enganchado al fútbol, cabría esperar que sus comunidades rurales fueran iguales, pero entre el pueblo mixe reina el sueño del aro. Todo empezó en los años 30, cuando el presidente Lázaro Cárdenas estaba al frente de México.

Se dio cuenta de que crecía un ambiente de violencia y animosidad entre los pueblos de la sierra, generalmente relacionado con disputas por la tierra, según la fotógrafa mexicano-estadounidense Alicia Vera. “El presidente quería unirlos, y pensó que el deporte podría funcionar”.

El propio terreno geográfico dictó a Cárdenas lo que se podía hacer. El terreno de los pueblos y sus alrededores era demasiado accidentado y escarpado para albergar grandes campos de fútbol planos, por lo que se optó por las canchas de baloncesto. Rápidamente, las canchas se convirtieron en pilares de la vida comunitaria de los pueblos, y no sólo se utilizaban para jugar al baloncesto, sino también como lugares de reunión e incluso para secar los granos de café. Y lo que es más importante, esta decisión bastante logística ha dado lugar a una obsesión de casi un siglo por el baloncesto en la región que ahora tiene su propio torneo de prestigio: la Copa Mixe. “Ahora el baloncesto es allí tan importante como la religión”, dice Alicia.

Después de oír hablar de la Copa Mixe, Alicia, que ha sido una fotógrafa galardonada durante más de una década (instragram de Alicia), visitó repetidamente las comunidades mixes de la Sierra Norte para documentar la forma en que el baloncesto se ha convertido en parte integrante de la identidad local. “Me pareció una historia tan bonita y aleatoria”, dice.

“Creo que mucho de lo que vemos en los medios de comunicación de México es la violencia, las drogas y los temas sobre la migración. Pero existe toda esta otra cara del país, y sólo porque esté escondida en las montañas no significa que no sea vibrante. Estoy muy decidida a mostrar un México diverso que no es violencia y drogas, que no es lo que vemos en los medios de comunicación”.

“La historia cayó en mis manos”, dice Alicia. Estaba viajando por México mientras trabajaba en un reportaje sobre el sistema educativo, cuando una joven le habló de los torneos de baloncesto en su pueblo. “Por supuesto, me sorprendió escuchar eso”, dice Alicia. “Me llevó allí, y lo primero que vi fue a esas chicas con esa ropa tan bonita, jugando al baloncesto bajo una lluvia torrencial”.

Las chicas jugaban con sandalias y vestidos, y la cancha estaba rodeada de imponentes montañas verdes. “Era una pasada”, dice Alicia. “Todo empezó allí. Después de irme, no paraba de preguntarle cuándo era la próxima celebración o el próximo partido. Acabé haciendo tres o cuatro viajes”.

Chicas junado al baloncesto con ropa tradicional mexicana
Grupo de chicas jugando al baloncesto con vestimentas tradicionales

Después del desayuno, los equipos de toda la región suben a los autobuses y se dirigen a Tamazulapam, donde se celebra el torneo de la Copa Mixe. “Cuando llegan, todos se dividen en sus propios pueblos y llevan carteles que dicen de dónde son”, dice Alicia.

Mientras cada grupo bajaba por la montaña hacia las canchas de baloncesto, un pueblo en particular le llamó la atención. “Me pareció que esta foto hablaba de la transmisión de las tradiciones de generación en generación”, explica. “Jugadores jóvenes y mayores marchando juntos, vistiendo una mezcla de ropa tradicional y moderna, y hablando en una mezcla de mixe y español… Uno pensaría que un torneo de baloncesto es sólo para gente joven, pero había hombres de más de 50 años jugando”.

“La gente viene de todos los pueblos, y no todos tienen coche, así que hacen un gran esfuerzo para venir”, dice Alicia. “Se llena de gente y en poco tiempo todos los bancos del pueblo están llenos. La gente está viendo los partidos, y también hay familias que abren sus casas a los visitantes para que puedan entrar a comer y beber. Reciben a las bandas de música, para que la gente pueda festejar allí. Es un gran fin de semana de cantos, bailes y fuegos artificiales”.

 

La Copa Mixe puede tener un origen tradicional, pero ha cambiado mucho desde sus inicios. Mientras que los ancianos le contaron a Alicia que los equipos ganadores solían ser recompensados con pollos, ganado y miel, ahora se celebran con relucientes trofeos. Y toda la competición se filma y se transmite en directo por Facebook para los emigrantes mixes que no pueden asistir. “La gente de esta comunidad tiende a mudarse al centro de México [o al sur de California]”, dice Alicia. “Envían parte de su dinero a los pueblos, y eso se utiliza para financiar los trofeos, las canchas, el equipo y los uniformes de la Copa Mixe”.

Durante la ceremonia de entrega de premios, se leen los nombres de las familias de emigrantes que han pagado los trofeos ese año. Es un símbolo del valor que el pueblo mixe otorga al mantenimiento de su comunidad y su cultura, aunque hayan tenido que dejarla atrás. “No todos quieren dejar el pueblo”, dice Alicia. “Hablé con una chica que fue aceptada en la universidad en Ciudad de México; dijo: ‘Voy a estudiar y luego vuelvo enseguida. Me encanta mi comunidad y es importante que siga prosperando'”.

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