En el corazón de Gävle, nació en 1991 una artista cuya sensibilidad se refleja en cada una de sus capturas: Angelica Ström. Su obra, lejos de ser una mera colección de imágenes, es un viaje introspectivo a la vida cotidiana, un testimonio visual que celebra la belleza en la simplicidad del día a día.
Angelica, con una cámara en mano y una visión poética de su entorno, ha logrado construir un puente entre la cotidianidad y el arte. Es esa habilidad para ver lo extraordinario en lo ordinario lo que la ha catapultado al reconocimiento dentro de los círculos de la fotografía contemporánea. Sus fotografías no son simples instantáneas; son pedazos de realidad impregnados de su esencia, momentos que, de otro modo, pasarían desapercibidos.
Apasionada por la luz natural, Ström aprovecha cada destello solar para crear sombras y siluetas que dan vida a sus composiciones. Esta luz, que cambia con las estaciones en su Suecia natal, se convierte en una protagonista más de sus obras, otorgando una calidez y una textura únicas que envuelven al espectador. No importa si es el suave resplandor del amanecer o la áurea luz del atardecer de verano; cada rayo es capturado con una sensibilidad que solo puede venir de alguien que entiende y ama su medio.
Sus autorretratos son quizás el ejemplo más poderoso de su capacidad para conectar con su audiencia. En ellos, Angelica se revela sin artificios, mostrando su vulnerabilidad, su fuerza, su humanidad. A través de su propio lente, nos invita a contemplarla no solo como fotógrafa sino como sujeto, como el centro de su propio universo artístico. Estas imágenes son un diálogo silencioso entre la artista y el observador, una conversación en la que las palabras son innecesarias.
